domingo, 5 de diciembre de 2010

Tarántula

Contaste las horas, observando extasiado el desplazamiento de las agujas. El tiempo era ficticio: ¿eran las diez de la mañana o de la noche, martes o domingo? Eso carecía de importancia, de nuevo podías dar una pauta a tu vida: a mediodía tengo hambre; a medianoche, sueño. Un ritmo, algo a lo que aferrarse.

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