domingo, 12 de diciembre de 2010

Realista

Al principio se sentia frágil. Luego empezó a sentirse ligero, muy ligero, incorporeo. Asustado, se dirigió hacía una diminuta estrella, y ocupo su brillante cuerpo. Allí se sentía agusto, los días pasaban, y veia como lentamente la Tierra giraba. Sobre si misma, en torno al sol. Pero se cansó, estaba harto de estar siempre ahí arriba, solo, sin moverse, viendo siempre la misma esfera azulada que giraba y giraba. Se desprendió del cuerpo de la estrella, y se lanzó en picado a la Tierra. Allí, se introdujo en el viento. Si, esa sensación de movimiento constante, de fluidéz, le había recordado al principio de todo, se sentía bastante comodo. Viajó, en todas direcciones, hacia el este, hacia el oeste, norte y sur. Sin rumbo fijo. Pero su limitada memoria no le permitía recordar todo lo que había vivido en sus aventuras, y le frustró. Recordó un día, que en uno de sus viajes a Egipto, vió allí a una mujer, con un aparato que captaba el mundo en una imagen, decidió entonces meterse en aquel cachibache. Se sentía muy feliz, pues recordaba siempre todo lo que hacía, todo lo que veía. Pero no se sentía del todo satisfecho, no quería vivir eternamente de recuerdos captados por fotografías, quería vivirlo por si mismo. En sus larga estancia por el mundo, había observado a los seres humanos, nunca se había interesado por ellos, hasta aquella mañana. Aquel hombre, que había estado toda la mañana sentado en el puerto de Palos de Moguer, llorando. Justo antes de ver a aquella pareja de jovenes besandose apasionadamente, mientras que a lo lejos, niños correteaban riendo sin cesar. Si, el quería saber que era sentir todo aquello,que no comprendía. No le había bastado brillar como una estrella, ser libre como el viento, poder captar para siempre una sonrisa. El queria llegar a los limites, y sin pensarlo, se colo en el cuerpo de una muchacha que se cruzó en su camino. Pasaron muchos años en los cuales había sentido amor, dolor, tristeza, alegría, nostalgia... había experimentado cada uno de los sentimientos que un ser humano podía sentir. Y llegó aquel día. Él no contaba con ello, nunca se había preocupado, si, se había sentido cansado, debil, pero pensaba que era una de las típicas enfermedades que los humanos padecían, y que él más de una vez había llegado a tener. Pero no, aquella noche, su respiración fue pesada, lenta. Se dió cuenta de lo que estaba sucediendo, y entonces, cuando cerró los parpado por última vez, satisfecho, ahora si, marcó un punto y final con una sonrisa.

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