jueves, 30 de junio de 2011

Un final feliz.

Estábamos sentados en el banco de siempre. Estar allí me hacía recordar las veces que quedamos en aquel punto de reunión. Recordar las tardes de aburrimiento que pasamos recostados viendo la gente pasar, y las noches filosóficas que soliamos tener hasta hace bien poco. Hacía rato que se había callado, que había finalizado su discurso con el cual había conseguido hacerme enmudecer. No me miraba a la cara, y yo no podía quitarle los ojos de su cara marcada por una intensa tristeza. Fui a abrir la boca para decirle algo, pero se adelantó y rozando mi rodilla se levantó y marchó calle arriba. Le seguí con la mirada, viendo como se alejaba con lentitud, viendo como sus manos iban y venian hacia su rostro, el cual no había levantado ni siquiera. Seguí mirandole, sin más, hasta que solo era una borrosa silueta entre personas que recorrían la calle. No se que estaba haciendo cuando me levanté, no sé en que estaba pensando cuando crucé la carretera para alejarme de aquel lugar. Alejarme para siempre. Y entonces vi luz, intensa, fría. Todo terminó con sus últimas palabras. “Te echaré de menos”.

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