Bajo un cúmulo de mantas, sentía el calor que le proporcionaban su abrigo, el único calor que podía recibir en esos instantes. Un gran silencio reinaba en la habitación. Se paró a no pensar, a existir con los ojos cerrados hundiendo su rostros entre sus manos. No quería escuchar nada, no quería ver nada, solamente la negra oscuridad. El tiempo carecía de importancia, pues nada ni nadie le esperaba fuera de su pequeño y desastroso mundo. Siguió ahí, sin moverse ni un milimetro, conteniendo las ganas de pensar en algo en concreto, pues sabía que el más minimo pensamiento acabaría consigo. No sabía el porque, seguía sintiendo frío, aun teniendo encima tantas capas de mantas. Pero hacía frío. Empezó a temblar, sentía como su sangre empezaba a hervir, y su respiración se iba acelerando y siendo entrecortada. Noto un ligero mareo, un dolor de cabeza y frotó sus ojos que empezaban a picarle. Una a una caian sobre la cama las lágrimas que no podía contener ya más en sus adentros. Y siguió ahí, inmovil, sin importarle nada más que intentar captar el calor que no llegaría a conseguir nunca. Calló otra lágrima.
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