Hacía frio, pero por primera vez, no le importaba. Sus latidos iban compasados a la canción que sonaba en su interior. Sus pasos con un ritmos natural y ligero, como si no le costara dar un paso, era volar para él. Sentía como si con cada pisada, un descomunal bosque surgiera de la suela de su zapato, era sobrehumano. Nada podía detenerle, era fuerte, poderoso, podía parar el tiempo si se lo proponía. Nadie, absolutamente nadie, podía borrar esa enmigmática y mágica sonrisa dibujada ahora en su cara. Ciertamente nada le iba bien, pero él seguía adelante en este día con un cielo perfectamente despejado, ni una nube, solo el sol, que ya iba escondiendose lentamente para dar paso a la noche. Se para, da una vuelta entera y sigue caminando, asi son las cosas.
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