jueves, 30 de septiembre de 2010
Pero no estás.
Noto como poco a poco me hago más pequeño, noto como desaparezco ante tus ojos, unos ojos que no me quieren ver. No pretendo ser el centro de tu atención, ni por asomo, pero tu ignorancia frente a mi me duele como cien puñales clavados en mi pecho. Nunca lo has sabido, pero de ti depende mi sonrisa, de ti depende que mi día sea soleado o nublado. Realmente nose que me está pasando, esta sensación de asfixia no es del todo tan desagradable sentirla solo cuando tú estás cerca. Lucho contra mi mente, una y otra vez, ¿Qué te está pasando? Me pregunto, y se que es lo evidente, pero no quiero que lo sea, porque no. Quisiera poder ser lo suficientemente fuerte como para poder perderte de vista, poder no pensarte más, no mirar más tus fotos, no perder la cordura cuando me hablas, pensando que lo has hecho no por otro motivo del que te gusta hablar conmigo. Estoy en un punto, en el que nose si me odio, por lo que siento, o si te odio, por lo que me haces sentir. Solo tengo clara una cosa, que me haces feliz.
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