miércoles, 14 de agosto de 2013

Don't go.

"You are the little monster who lives in my mind, and if you want I will let you eat my brain. Because there aren't other things that I want to feel your pain on myself, and see how is my blood, my fears."

The only perfection is death.



Llevo días pensando, nada nuevo. Mi cabeza no para de girar y girar, y de buscar. El otro día me di cuenta de que conocemos pocas perfecciones, busqué ejemplos adecuados al concepto, a nuestro concepto de la perfección, y a raíz de ellos, saqué conclusiones de qué se necesita para poder considerar algo perfecto. La belleza por ejemplo, lo puro, lo armónico, o lo matemático por excelencia, no hay mayor perfección que una suma.  Sometemos a perfección siempre a algo que bajo ningún concepto varía, ni aumentando ni disminuyendo, algo que por sí sólo, sin la necesidad de añadidos se puede mejorar. La perfección permanece, siempre. Una obra maestra literaria, un cuadro que suscite al llanto o una película que te destroce el cerebro, tu modelo, actor o actriz favoritos cuyos rasgos faciales parecen ser esculpidos por el mismo Buonarroti. Una idea, una simple idea. Y entonces me di cuenta, que  existe algo en nuestro mundo que contiene más perfección que ninguna otra. La muerte, el fin. Porque cuando algo termina, no hay más, no se puede cambiar ni aún deseándolo con todas tus fuerzas, la muerte es perfecta. La muerte mantiene en su esencia todo, la idea previa queda por siempre aplacada sin la posibilidad de destrozarse. Lo que más dolor nos provoca, la falta, es perfecta, imposible de eliminar. Incluso cuando se ama, ese amor, quedará por siempre sellado como verdad. Y es tan perfecta la muerte, que se mantendrá viva dentro de ti. No hay nada más perfecto que el punto y final.

viernes, 9 de agosto de 2013

II

"Hay dos cosas que me entristecen, la muerte, y cuando dos corazones se tienen que separar, porque es lo más parecido a la muerte en vida."

martes, 6 de agosto de 2013

Tu mito, mi leyenda.



La frente perlada de sudor, y ni siquiera roza en nuestro pensamiento la idea de separarnos. El vaivén de las caderas, las caricias en la espalda. Me vuelve loco, tu magnífico riachuelo vertebral. Ha empezado a chispear, y tu aliento ha nublado mi toque de queda, no sé dónde me encuentro. Me da igual. Sólo puedo sentir los pequeños mordisquitos que pasean por mi oreja, por tu cuello, por los labios. Dime hacia dónde te diriges, que no me quiero encontrar. Sé que tú también lo escuchas, ha empezado el vendaval de cosquillas y ya no tenemos opción de parar. Mírate, sobre mis pies, y sin querer bajar, que estúpida sonrisa la tuya. La mía, que es tuya. Corre pequeña, haz tambalear todos tus pequeños y escurridizos huesos de marfil, haz que vuelva a sonar tu música. Has dejado de ser Calíope, has abandonado tu mito para convertirme en tu Erato. Ya está, se acabó, no es un secreto, que de ti me he enamorado.

lunes, 5 de agosto de 2013

Normalizar la falta.

No más frío que torture, ahora se ha convertido en una escarcha que escuece de vez en cuando. Volvemos previsible los momentos, los ataques de histeria y los agudos. Convertimos el dolor en cotidiano, y ahora sólo nos provoca sin querer. Sin dejar de sentir, normalizamos la falta.


En línea recta y sin tropezar.

Solía cerrar los ojos y ahogarme, destriparme. Ahora me he dado cuenta de que después de todo éste tiempo no me había equivocado, que sólo caminaba al lado de un precipio. Y ya se terminó.