La ventana estaba totalmente abierta, y trás ella un gran diluvio se adelantaba por los barrotes. Entraba ese frío agradable, típico de la lluvia, acariciando con delicadeza. "Cierra la ventana, se va a mojar todo" me dijiste sin apartar la mirada del libro que estabas saboreando."Es solo agua" dije sonriendo mientras permanecia sentado delante de la ventana. Pequeñas gotas de lluvia iban alcanzando mi cara, enfriandome lentamente los pies y las manos. "No seré yo quien friegue después todo ese charco" me reprochaste mientras cambiabas de página. No le contesté, sabía que sería yo quien después se encargaría de limpiar todo aquello, pero mientras tanto disfrutaba de como el sonido de la lluvia cayendo me hipnotizaba por momentos. Cerré los ojos y me imaginé en medio de una gran avenida, bajo el chaparrón de agua, sintiendo total libertad en el momento. Daba vueltas, con los brazos totalmente extendidos, como cuando suele ocurrir en las películas. No me di cuenta de que tenía los brazos levantados en ese momento hasta que llegaste por detrás y agarraste mis manos. Acomodaste tu cabeza en mi hombro, sin soltar mis frías manos. No te importaba nunca que las tuviese frías, decías que era algo que me caracterizaba, algo que en cierto modo te agradaba. Recorriste con tu diminuta nariz la fina linea de mi columna vertebral, con la delicadeza de un gato, hasta llegar a mi nuca. En ese instante me giré y clave mis ojos en los tuyos, tan dulces y profundos. "Me encantan los días de lluvia" susurré despacio sin apartar la mirada. Termine de perderme en tus ojos cuando dijiste "Me encantas en los días de lluvia". Fuera seguía lloviendo.
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