No puedo olvidar el frío. No consigo alejar de mi el frío.
Tragué sin dificultad la pastilla, y tras cuatro pasos me introduje entre las sábanas y edredones. No me sorprendió encontrarme allí al frío, acurrucado en mi espalda. Me hice diminuto. Coloqué una mano bajo la almohada, y la otra entre las rodillas, mientras tiritaba. Mientras el corazón me latía cada vez más y más deprisa, mientras mi cuerpo temblaba y los dientes castañeaban hasta tal punto de romper el silencio de la noche. De romperme en mil pedazos.
Iba y venía mientras una y otra iban cayendo ya en mi almohada, al mismo tiempo que apretaba los ojos para dormirme antes. Era inútil. Era inútil aquello, y me levanté, medio aturdido me senté a esperar, y a esperar, y a esperar...
Vuelve...
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